A pesar de que todas las guías turísticas de la capital checa invitan a visitar el Tigre de Oro, una cervecería situada en plena Ciudad Vieja, el establecimiento ha conservado lo esencial de ese encanto tan particular descrito en las novelas de Bohumil Hrabal. Es cierto que las descripciones poéticas y pintorescas de los parroquianos sentados en este célebre lugar se han convertido en fragmentos de antología de la literatura checa.
Un poco antes de las tres de la tarde, cuando la cervecería abre sus puertas, ya se forma una cola de asiduos de cierta edad ante la puerta, impacientes por saborear su cerveza. Y los distintos grupos que forman tienen siempre una mesa reservada un día fijo a una hora concreta: ni siquiera la reina de Inglaterra podría sentarse en su mesa… Es cierto que la monarca nunca ha puesto los pies en U zlatého tygra, pero sí un expresidente de Estados Unidos, ya que Václav Havel trajo a Bill Clinton al Tigre de Oro.
La cervecería tiene una carta de bebidas original y bastante limitada: además de la Pilsen, solo se sirve café, vino blanco y tinto de mediana calidad, agua mineral y Coca-Cola. Aquí no tienen ningún licor.
En cuanto al menú, hay que probar el legendario queso a la cerveza del Tigre, que figura junto a otros entrantes fríos para acompañar con una cerveza y algunos platos calientes, entre los cuales a veces se presenta un plato exótico.