La Plaza Jungmannovo (Jungmannovo náměstí) es una plaza de dimensiones modestas, situada en pleno centro, y que presenta una interesante yuxtaposición de estilos arquitectónicos. En el siglo XIII era uno de los muchos cruces de caminos, al pie de las fortificaciones de la Ciudad Vieja de Praga. Hubo que esperar hasta 1348 para que esta encrucijada tomara una importancia verdadera, cuando Carlos IV fundó la Ciudad Vieja. El monarca tenía grandes ambiciones: este lugar debía estar dominado por la iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, iglesia destinada a competir en tamaño y magnificencia con la catedral de San Vito, en el Castillo. También estaba previsto que cerrara la actual Národní třída (avenida de la Nación). Al final, solo se construyó una parte de la iglesia, de la cual las ulteriores guerras husitas no dejaron más que el coro. Aun hoy es posible imaginarse las dimensiones considerables del lugar: las excavaciones arqueológicas han revelado que la antigua fachada se encontrata en el lugar donde hoy se eleva el monumento a la memoria de Josef Jungmann. El amplio jardín franciscano contiguo, que ha llegado milagrosamente hasta nuestros días, data también del reino de Carlos IV. La entrada al antiguo jardín gótico se encuentra en un recoveco de la plaza, tan discreto que solo suelen encontrarla aquellos que conocen su existencia.
Esta plaza sufrió una gran transformación en la primera mitad del siglo XX: las avenidas que aparecieron en lugar de las antiguas fortificaciones adquirieron tanta importancia que esta placita tranquila se convirtió en uno de los grandes centros de la Praga moderna. La colocación de la estatua de Josef Jungmann, una de las grandes personalidades del Resurgimiento Nacional checo, en el siglo XIX, representó un momento clave para la historia de la plaza. Gracias a esta evolución urbanística, esta pequeña plaza adquirió una dimensión digna de una gran metrópolis, que se verá acentuada más tarde por los edificios construidos en su perímetro.
Los edificios situados en la plaza y en su entorno inmediato son un auténtico catálogo de los movimientos arquitectónicos que se suceden en las primeras décadas del siglo XX. El edificio neobarroco que se eleva por encima de la avenida de la Nación es testigo del orgullo y del gusto de los ricos burgueses de Praga que, hacia 1900, tomaban como ejemplo las grandes obras de Viena o de París. Por su parte, el austero edificio de ladrillo del Mozarteum, en la calle Jungmannova, fue construido unos años más tarde por el fundador de la arquitectura moderna checa, Jan Kotěra, y es una de las obras clave de este movimiento en Bohemia. La fachada del palacio Adria y sus esculturas, en la esquina de la plaza, son testigo de la búsqueda de un “estilo nacional”, motivado por la fundación de la República Checoslovaca en 1918. El palacio ARA (antiguamente el centro comercial Perla), erigido a principios de los años 30, nos recuerda cómo el funcionalismo supo imponerse a las distintas vanguardias. convirtiéndose en sinónimo de progreso y democracia durante el periodo de entreguerras.