La Plaza Hradčanské (Hradčanské náměstí) es la antecámara del Castillo de Praga. Su trazado concuerda con el de los antiguos caminos que antaño conducían fuera de las puertas del Castillo. La proximidad al Castillo es origen además de su carácter suntuoso, en la que se alzan desde el siglo XVI varios palacios de la nobleza de Bohemia. El primer periodo de edificación de estos palacios está representado por el palacio Schwarzenberg, cuyos frontones y esgrafiados recuerdan a la arquitectura de los castillos del siglo XVI. El palacio Toscano, situado en la parte alta de la plaza, es el arquetipo de los palacios de finales del siglo XVII, periodo en el que la arquitectura praguense empezó a inspirarse en la arquitectura de la Roma antigua, gracias a las creaciones de un arquitecto de primer orden, Jean Baptiste Mathey. El Palacio del Arzobispo, muy cerca del Castillo, debe su apariencia actual a una reforma de estilo rococó efectuada en la segunda mitad del siglo XVIII y que es prueba de la evolución en los cánones estéticos durante esta época. El pasaje situado en la planta baja del ala izquierda del palacio da acceso a una callejuela, al final de la cual se encuentra el palacio Sternberg, una auténtica joya arquitectónica cuya magnífica fachada hacia el jardín y el vestíbulo ovalado se inspiran en la arquitectura romana y francesa de finales del siglo XVII.
El Palacio Sternberg está abierto al público: en él se pueden admirar las colecciones de pintura europea de la Galería Nacional, cuya creación tiene origen en las actividades de la nobleza patriótica a finales del siglo XVIII. La presencia de colecciones públicas en un palacio de la aristocracia viene efectuándose, por tanto, desde hace más de dos siglos, tradición reanudada hace poco tiempo con la apertura de los palacios Schwarzenberg y Salm, también en la plaza Hradčanské y dirigidos por la Galería Nacional. La presencia de estos palacios de arquitectura fabulosa y de obras maestras del arte checo y europeo en un mismo centro, hace de este lugar y su entorno una especie de Acrópolis cultural, a diferencia de numerosos edificios del barrio, dedicados a fines exclusivamente turísticos.